Reseña del libro
Dinámicas religiosas populares:
poder, resistencia e identidad.
Aportes desde la antropología
María Elena Padrón
Herrera
y Ramiro Alfonso
Gómez Arzapalo Dorantes
(comps)
Reseña: Etnólogo. Angel Jiménez Lecona. (ENAH)
Presentar un texto
con las dimensiones y las temáticas que
aborda este trabajo en una institución como la Universidad Intercontinental, es muestra de una dialéctica interesante, ya que si
pensamos que comunidades como esta que emanan de la denominada religiosidad
oficial, con una línea de trabajo acorde con las altas jerarquías
hegemónicas eclesiásticas de las que se
hablan en el libro, es en sí, la apertura a una brecha necesaria para las
narrativas que se abordan en términos de religión, a saber: la oficial y la
popular; y esto es importante ya que muchas de las veces solo se escuchan voces
que convienen ya sea a uno o al otro lado del discurso.
Comenzaré por
plantear desde las posturas en que se presentan las dinámicas religiosas: la
histórica y la etnográfica, cada una de ellas tiene en cuenta un engarce con la
dimensión del poder. Desde el comienzo de la obra, que por cierto, se observa
desde el inicio de su lectura, un cuidado editorial en congruencia con el
título del libro y con una postura muy clara que delimita “la religiosidad
popular como expresión de la cultura del pueblo y elemento de identidad y que incluyen a los sectores populares y étnicos
que son sujetos de dominación; desde la dimensión de los procesos históricos se presenta uno de los
problemas básicos de la antropología política: el conflicto, producto de las
relaciones de tensión entre las do
religiosidades citadas anteriormente.
En esta línea de tensión que se visualiza en los
procesos de la historia de los grupos y comunidades socioculturales ya sea de
Morelos, Puebla, Estado de México y ciudad de México, - que son los estados más
trabajados en el texto - los distintos
autores de la obra se posesionan y
marcan una postura desde las clases subalternas dimensionadas a partir de sus diversas
prácticas y acciones religiosas, con las
características de su patrimonio simbólico y signico proponiéndolo como un
ámbito de resistencia que se superpone en las esferas social, política y
económica en una misma realidad que como
bien marcan los autores es indivisible.
Se agradece en esta
pauta de reflexión histórica, el no uso excesivo de la palabra sincretismo, ya que en demasiados
tratados sobre la religiosidad es siempre recurrente para resolver todo, pero a
la vez no resuelve nada, aunque se debe apuntar su pertinenciay aparición en
elartículode “vitalidad y complejidad de
la religiosidad popular de los jóvenes mexicanos” de Jesús Antonio Serrano Sánchez,
por así requerirlo el análisis sobre la religiosidad en los jóvenes.
Si bien el ejemplar
presentado hoy sitúa que parte de esa
historia ha estado inscrito en el conflicto entre ambas instancias de
religiosidad, y que se explica que es debido a que responden a proyectosdistintos
implícitos en cada una de ellos, los cuales son antagónicos; también refiere una
conclusión sugestiva al proponer un dialogo, que aunque en los distintos
ejemplos de los casos presentados no ha sido tan posible por la asimetría que
se vislumbra desde el poder, se podría ir articulando cuando aquella que está
en una posición más privilegiada comprenda, que en algunos grupos,la denominada
religiosidad popular, por ejemplo, se ubica en las esferas con mayor cercanía
existencial a la Iglesia católica como lo apunta el trabajo deAlejandro Gabriel
Emiliano Flores, “Religión,
religiosidad popular, identidad e imaginarios”y de igual forma serian la aplicación de
un juicio distinto desde las jerarquías, sobre las costumbres y tradiciones que
apuntan los imaginarios que configuran instancias espacio-temporales desde territorios
como espacios vividos y apropiados material y simbólicamente desde la
conjunción misma de nombrarlos desde su acepción prehispánica con la toponimia
ancestral, como lo muestra el estudio“Iztapalapa
por Ixtapalapa controversias históricas y religiosas en torno a la identidad
del pueblo”,de Miriam Cruz Mejía. Y finalmente desde esta acepción del tiempo
que nos lleva también al planteamiento de la historia, se refiere en el
apartado de Elisa Angelina Portillo Gutiérrez, “Ser y estar, conviviendo con lo sagrado. El culto a los aires en Santo
Domingo Ocotitlán, Tepoztlán, Morelos” donde con bastante claridad a partir
de la noción de: el llamado de los aires
se hace alusión a lo que Ingrid Geist refiere como la especialización del
tiempo, referido particularmente para instancias rituales.
Desde la primera lectura de esta obra comentaba con
la doctora Padrón, que lo que llamaba poderosamente la atención del texto, era
su enorme riqueza etnográfica, que refiere a un valiosa fuente de datos desde
los planos meramente cualitativos, hasta la potencialidad que guardan los
testimonios cualitativos referidos en distintos artículos y el propio texto de
la doctora “Religiosidad,
identificaciones y relaciones de poder en San Bernabé Ocotepec, Ciudad de
México”: refiere a esta riqueza ya que además de delinear las
singularidades de una geografía ritual y aspectos vitales de esta práctica,traza
las problemáticas en tanto que no siempre resuelve el conflicto, pero además se
concibe la idea de territorio y un sentido de lo sagrado.
Otros aspectos más del esta caudal etnográfico se
dimensiona con una dirección simbólica portentosa en los trabajos de Nadia Tapia Medrán, “La tortuga
y la serpiente: resistencia y tradición Ayotla-Coatepec. Fiesta y
representación ritual en honor a la Virgen del Rosario”y de Marisol Vargas
Flores, en “Tortugas en el asfalto: vida
religiosa y reconfiguración de la identidad ayotlense durante el siglo xx”:se
insta en ambos trabajos a observar el las prácticas religiosas, marcas
simbólicas que inscritas en la evocación de los pobladores sobre su pasado dan
pauta en el presente una identificación en un territorio en el que se reconocen
y son reconocidos.
Cualquier estudio, tratado o historia que direccione
su quehacer al estudio de la religión, no puede dejar involucrar quesu objeto
de estudio es el homo religiosus en tanto que creador y utilizador delconjunto
simbólico de lo sagrado y como portador deunas creencias religiosas que rigen
su vida y suconducta como apunta Julien Ries en su tratado de antropología de
lo sagrado y como se dice por ahí: la Fe es una casa con múltiples
habitaciones, bajo este precepto observamos los ensayos que nos presenta Alicia María Juárez Becerril y Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes,
“Un análisis de exvotos: vinculaciones
humano-divinas en las dinámicas religiosas populares”los autores indagan
la experiencia del homo religiosus atreves de esta cada vez más recurrente
práctica, para identificar la presencia de lotranscendente en la experiencias
humanas muy en boga en la actualidad como la homosexualidad, la infidelidad o
la trasgresión al orden público.
Y como apunta el título de este libro, toda la
serie de problemas confluyen en una visión antropológica en los juegos de poder involucrados, que dan
pauta a procesos de resistencia dentro de las comunidades que los sustentan, y
la construcción de la identidad en estos contextos sociales y todo ello desde la
religiosidad popular, como bien se advierte en los párrafos iniciales y que si
bien cada uno de los autores involucro de una manera o de otra, los artículos
que más lo refieren son los de Florentino Sarmiento Tepoxtécatl. ‘Esperamos un milagro’. Dos procesos de
conflicto en el estado de Puebla”y el de Diana Berenice Estrada Mata. “El prestigio social como proceso de
identidad durante la fiesta patronal de Santa Cruz Xochitepec, Xochimilco,
cdmx” y en de uno de los coeditores • Ramiro
Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes : “Canonizaciones
populares en América Latina: juegos de poder y referentes de identidad”, a
este respecto me gustaría hacer una cavilación desde los lineamientos que
emanan del campo de la antropología política que fundamentaron lo que fue el
inicio del procesualismo y que derivaron en una posición crítica de la ciencia
antropológica; hablo justo de aquellas reflexiones de los años sesenta que
comienzan a observar que nuestra disciplina solo derivaba en conclusiones que
emanaban de presentar como fundamento una materialidad perseguida por lo grupos
humanos y un comportamiento derivado para satisfacer a esta y que derivo en
estudios donde los resultados eran presentados con una racionalidad encuadrada
en una reja sistémica con barrotes estructurales a partir de la cual la
realidad no es más que suma de fenómenos que el quehacer científico coloca en
su lugar. Es quizá producto de este proceder una serie de epistemes cuya
preocupación derivaron en solo preocuparse por cómo estaba constituida la
estructura, en este caso la estructura social. Lo que quiero argumentar con
esto es que en la lectura global de esta obra, se llega a ese primer ejercicio de vislumbrar esa
estructura, en este caso la de poder, que a la vez es, como lo marca alguna
conclusión entrelineas el trabajo: estructurante.
Solo apuntaría que la
visión del trabajo aquí presentada como resultado de un proyecto que aborda la
denominada religión popular, no quede
esa puntualidad de nociones que solo se sesgan en la identidad, o la resistencia,
sino que se involucren en eso nuevos intersticios que se abren bajo el llamado nuevo espíritu antropológico en donde
el fundamento sería la comprensión y el análisis de la actitud interior del ser
humano que se expresa mediante signos (léase mitos) y ritos integrados en la existencia cotidiana
y que tienden de algún modo a trascenderla.
Esta postura
involucra comprender al hombre como sujeto de experiencia de lo sagrado
constituyéndose como el homo religiosus,
creador y utilizador del conjunto simbólico de lo sagrado y portador de unas creencias religiosas que
rigen su vida y su conducta. La percepción de estas manifestaciones de una realidad absoluta es, precisamente, el
descubrimiento que lleva al hombre a asumir ese modo específico de existencia
que se puede denominar «lo sagrado». Esta experiencia humana tiene lugar tanto
dentro como fuera de las grandes religiones, y ha configurado a su alrededor, a
lo largo de la historia, todo una universo simbólico de mitos en donde se
potencia todo un capital simbólico para hacer eficaz en su vida, la fuerza de
lo numinoso por un lado, y por otro,
generar sistemas coherentes que no se
explican si no es por referencia a la creatividad del espíritu humano y del
hombre religioso, observador del universo, hermeneuta del cosmos y creador de
la cultura.
No me resta más que
felicitar la conclusión de este primer gran esfuerzo de los editores y de los
articulistas y a exhortarlos a continuar los senderos por donde el homo
religiosus transita.
Gracias.
Autor: Etnólogo. Ángel Jiménez
Lecona. (ENAH)